Educación y adoctrinamiento partidocrático
Rafael Rattia
Ciertamente, desde tiempos antiguos la educación ha estado asociada a las más nobles prácticas de libertad individual y colectiva. La sola noción de educación razonablemente nos remite siempre al fomento de valores morales sustantivos en el educando tales como el valor de la tolerancia, la coexistencia pacífica de las ideas, el respeto a la diversidad de criterios, la crítica de las concepciones del mundo y de la vida mediante la argumentación racional y coherentemente lógica de determinadas perspectivas de análisis. Uno de los fines últimos de la educación consiste en estimular en el educando el apego al valor ético del “respeto al derecho ajeno” –como visionariamente lo atisbó el prócer mexicano Benito Juárez-. Así como la equidad social es condición de posibilidad de la justicia, del mismo modo, la tolerancia de las ideas ajenas es garantía de paz entre los ciudadanos iguales ante la ley. Esto último no es nada nuevo; los griegos del siglo V (a.c) no sólo lo sabían, lo practicaban rigurosa y sistemáticamente en sus ciudades-estados.
La educación que fomenta el espíritu acrítico y la actitud pusilánime y genuflexa del educando ante el Estado y la sociedad es una educación profundamente reaccionaria, oscurantista y retrógrada. La educación que estimula en el alumno la idolatría y el culto a la personalidad es –que nadie lo dude- una educación para la guerra y el odio fratricida entre connacionales. La antítesis de un espíritu analítico y reflexivo (crítico) es el alma adoctrinada por una pedagogía unidimensional y unilateralista. El verdadero espíritu democrático es consubstancial con los valores inhipotecables de la pluralidad de opiniones y puntos de vista que debe caracterizar el libre ejercicio de la vida pública en libertad. Por supuesto que estamos viviendo en Venezuela un descalabrante proceso de inculcación de una axiología ortodoxa y rígidamente manualesca legataria de las visiones políticas y culturales más atrasadas que se hayan podido intentar implantar en el sistema educativo venezolano.
La simiesca y primitiva idea de forjar “un nuevo republicano” mentalizado pavlovianamente como un lorito repetidor de cuatro o cinco consignas de raigambre marxista-leninista mezcladas acríticamente con rudimentos descontextualizados de pensamientos de nuestro Libertador crea, paradójicamente, las condiciones subjetivas en el educando para un eventual surgimiento de legiones de jóvenes autómatas con comportamientos y conductas zombies, sin autonomía epistemológica ni independencia criteriológica para discernir y asumir responsabilidades públicas de índole cívicas y democráticas. Porque no hay duda que una “educación” uniformizante y homogeneizadora donde la cosmovisión del mundo y de la vida cotidiana es juzgada a través de una tabula rassa (verbigracia, el anacronismo teórico del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung) es cualquier cosa excepto una educación para la vida y la felicidad humana.